viernes, 31 de julio de 2009

La (incompetente) educación pública y el adoctrinamiento como... ¿solución?

Ahora que inician las vacaciones escolares, se avecina algo terrible para Venezuela. Suele ser en estos momentos de distensión nacional cuando el Ejecutivo Nacional, a través del complaciente y absolutamente dependiente poder Legislativo, aprueba algunas de las leyes que más impacto tienen sobre la cada vez más escasa libertad individual que existe en el país.

En este momento, los medios se hacen eco de la posible aprobación de la Ley de Delitos Mediáticos. Esta situación es tan complicada y grave que creo que merece una entrada aparte (y larga), así que hoy simplemente me dedicaré el caso de la Ley de Educación.

En principio, algunos de los aspectos más criticados de la Ley corresponden a lo relacionado con la centralización de la actividad educativa. Entre otras cosas, se pretende eliminar por completo la independencia de las universidades en cuanto a los procesos de admisión de estudiantes, y darle al estado todo el control de estos mecanismos.

Una de las principales críticas de las alas más radicales (o resentidas) de la izquierda nacional es el carácter "clasista" de las universidades. Por esta razón es que se han creado estos mecanismos para favorecer a los estudiantes de los liceos públicos, y así brindarles acceso a la educación superior. Basta tener dos dedos de frente para darse cuenta de que el problema de base no se está resolviendo.

Si bien yo no viví los años setentas, mi padre sí. Y viviendo en El Cementerio, estudió en el liceo La Gran Colombia. Un liceo público que en aquella época era de gran renombre y donde incluso los estudiantes de las clases económicas altas aspiraban estudiar. Con el tiempo la inversión en la educación pública cayó a niveles terribles, especialmente una vez que el precio del petróleo tocó el suelo de los 8 dólares en la década de los noventas. Con esto, los únicos colegios que podían ofrecer sueldos decentes a los profesores eran los privados, con lo cual elevaron su nivel significativamente y la educación pública terminó de irse por la poceta.

En el siglo XXI otra vez vivimos un despegue en los precios del petróleo, pero el gobierno nacional decidió afrontar la educación pública de otra manera: con la creación de las misiones. El éxito de esta especie de "parasistema" escolar es complicado de medir, ya que incluso dentro de las universidades públicas más comprometidas con el proyecto socialista (como la UBV) presenta pocos estudiantes que vengan de este nuevo componente educativo.

Corregir el problema de base para lograr una educación plural de alto nivel debería comenzar, sin duda, por elevar el presupuesto educativo de la primaria y secundaria en escuelas y liceos públicos. Luego, expandir el alcance de las universidades ya sea a través de la ampliación de los centros actuales y/o la creación de nuevos centros educativos. Claro que todo esto debería ocurrir en el contexto donde exista un mercado laboral que permita que los graduandos puedan ejercer sus estudios... Haciendo esto, tal vez evitaríamos estar formando profesionales para otros países.

Claro, que el párrafo anterior abre con la premisa de que se quiere lograr una educación plural de alto nivel, pero al parecer el gobierno ha decidido tomar una dirección diferente. Supongo que quienes defienden esta postura del currículo "bolivariano" y que busca una formación "socialista", creen que el país va a mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos si todos tenemos la misma ideología... Al parecer ellos creen que la ciencia, la cultura y el deporte sólo florecen cuando se enseñan menos ideologías. En fin, que esa es su óptica.

País desarrollado (según los socialistas).

Este nuevo currículo "bolivariano" y "socialista" al parecer viene y viene con todo. Probablemente será aprobado por nuestros cortesanos del siglo XXI (que llamamos Diputados), por órdenes expresas del rey del siglo XXI (que llamamos Presidente). La mayoría de la sociedad, desde el movimiento estudiantil hasta yo mismo en esta entrada, pareciera bastante resignada a este hecho. La mayoría estará de vacaciones y ni si quiera le importará.

La oposición más recia a esta educación homogénea ha venido por parte de la Iglesia Católica, lo que a mi juicio resulta divertidamente irónico. En un contrapunteo de hipocresía y doble moral, el Monseñor Luckert critica al gobierno por querer imponer una educación socialista dejando de lado las demás ideologías; mientras que el Ministro Navarro critica a la iglesia por la educación católica que quiere ignorar las demás religiones.

¿No sería mejor una educación donde cada año se viera una religión (cristianismo, islam, budismo, etc.) y cada año se hiciera énfasis en una corriente ideológica (capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo) ? Tal vez en otro país, en otro mundo, en otra vida. En la actualidad, parece un caso perdido.

Y si esta entrada les parece un poco deprimente o les causa algún tipo de preocupación, no se preocupen, dentro de poco podrán meterme preso. Pero de eso hablaré en otra entrada.

miércoles, 15 de julio de 2009

El TeguciGOLPE y la doble moral de la OEA

Tenía tiempo huyéndole a escribir mi opinión sobre el caso de Honduras, principalmente, porque es un suceso que,como diría Walter Martínez, "está en pleno desarrollo" y los resultados de esta acción están todavía por verse. Sin embargo, ese será un puente que cruzaremos cuando lleguemos a él.

Por los momentos, ¿qué reflexión se puede sacar de la situación en Honduras? Unos dicen que es un golpe, otros que fue una salida constitucional. En mi juicio personal, se trata de un Golpe de Estado, puesto que la acción militar no estuvo acompañada de orden de captura ni juicio alguno. Que Zelaya estaba a punto de cometer traición de la patria (según la constitución de Honduras) era un hecho público y notorio, pero para eso el Congreso tenía que separarlo de su cargo, como ya ocurrió en Venezuela con Carlos Andrés Pérez (¿recuerdan cuando en Venezuela había división de poderes?), o en Ecuador con Abdalá Bucaram. No se puede hacer una sentencia previa tipo Minority Report.

Asesora del ejército hondureño.

Hace unos días, el Washington Post publicó un editorial donde criticaba la doble moral de la OEA con respecto a la situación de la democracia en Latinoamérica. En un principio, la organización ha criticado duramente a Micheletti y el gobierno de facto de Honduras por no respetar la constitución, pero poco ha hecho cuando mandatarios cometen los mismos delitos desde el poder. Es decir, al parecer, para la OEA no existen constituciones, ni instituciones, ni separación de poderes... Para la OEA la democracia es una especie de concurso de popularidad donde el ganador se convierte en Rey y puede hacer lo que quiera.

Pero ese editorial deja por fuera un aspecto todavía más grave de la doble moral que se impone en la OEA desde el socialista Insulza (o el insulso socialista). Ni si quiera se hace mención al levantamiento de la sanción que le hizo la OEA a Cuba, un país donde no existe libertad para conformar partidos políticos de oposición, ni elecciones libres... Y donde el actual presidente de la nación no fue elegido por sufragio directo, universal y secreto, sino por un decreto, al punto que hasta el nieto de Ernesto Guevara criticó la elección de Raúl Castro como una especie de sucesión monárquica. Pero, ¿qué tiene que decir Insulza ante la situación en Cuba?



En otras palabras, a Cuba no se le puede exigir que respete las condiciones democráticas para aceptarlo en la OEA, pero a Honduras sí.

viernes, 3 de julio de 2009

Michael Jackson: la última superestrella

El fin de semana pasado me dediqué, entre otras cosas, a ver los homenajes que transmitieron MTV y VH1 para conmemorar la vida de uno de los iconos pop más importantes del siglo XX: Michael Jackson. Además de los canales tradicionales, también me dediqué a leer algunos de los blogs a los que soy asiduo, pues al parecer nadie se quedó de brazos cruzados ante la sorprendente desaparición del artista.

Uno de los post más originales que leí fue el de John Manuel Silva. Su enfoque es bastante interesante; y me llevó a reflexionar sobre el por qué la muerte de un artista puede afectar tanto a tanta gente en diversos lugares. Silva descompone muy bien lo que él llama las anécdotas personales, esas que tal vez nos brindaron la ilusión de que Jackson estaba cerca en cada una de nuestras vidas. Yo mismo tendría varios cuentos que podría sacar a relucir, aunque no sé si sea del interés de los lectores de este blog tanta autorreferencia.

Pero más allá de esa ilusión de cercanía, creo que la desaparición física de Jackson marca no sólo el fin de una etapa de cada una de nuestras vidas, sino que pasa a significar el fin de toda una era en la cultura pop: la era de las superestrellas.

John Norris, el eterno conductor de Mtv News en la década de los 80s y 90s, comentó en este especial que la palabra "superestrella" es un término que en la actualidad se utiliza a la ligera y para calificar a cualquier celebridad que esté disfrutando de sus 15 minutos de fama. Yo coincido con él, puesto que el estatus de celebridad que alcanzó Michael es algo que nadie ha alcanzado y muy probablemente, no volverá a ocurrir.

El impacto de Michael Jackson como celebridad era que hacía que lo difícil se viera fácil. Si quería salir en MTV (un canal que no transmitía música "de negros") hacía un video como Billie Jean y lo lograba. Si quería hacer una canción tenebrosa podía conseguir a Vincent Price para que hiciera voces fantasmales. Si quería hacer un video de pandillas, llamaba a Martin Scorcese para que lo dirigiera. Si hacía un video sobre baloncesto, entonces aparecía jugando baloncesto con Michael Jordan. Si necesitaba una modelo para un video sexy, llamaba a Naomi Campbell.

Todo esto se dice fácil ahora, porque Jackson lo hizo en su momento, pero la realidad es que eso fue algo único, y probablemente irrepetible. ¿Se imaginan a Christopher Nolan dirigiendo un video de Justin Timberlake o Usher? ¿En algún momento de la historia alguien volverá a gastarse siete millones de dólares en un video musical como Scream? Probablemente no, porque el mundo ha cambiado, la música ha cambiado y el negocio del entretenimiento ha cambiado.

El fin de Michael no representa el fin de un movimiento musical, como puede haber sido el caso de Kurt Cobain; pero lo cierto es que sí representa el fin de un momento en la historia musical que más nunca volverá a repetirse.

Q.E.P.D. Michael Jackson, la última superestrella.