miércoles, 17 de noviembre de 2010

Metro de Caracas: ¿te quieres ver aquí?

Foto @JohnEA92.

En días pasados ocurrió una protesta popular de un grupo de usuarios que, cansados por los retrasos y el mal servicio prestado por la compañía estatal, se negaron a desocupar un tren que se detuvo en la estación Propatria. Las autoridades le solicitaron a los usuarios que desalojaran el vagón, pero éstos se negaron. Fue allí cuando la Policía Nacional Bolivariana decidió usar la fuerza y sacó a 35 personas del tren y se los llevó detenidos.

La maquinaria mediática estatal en seguida saltó a decir que todo se trataba de una protesta orquestada desde las bases del partido de oposición Voluntad Popular. También dijeron que los usuarios habían cometido vandalismo al dañar los trenes, e incluso que habían secuestrado personas dentro de los trenes. Casi una semana después, no hay ni una foto de un vidrio roto como evidencia de estas acusaciones. De hecho, el tribunal decidió otorgarle libertad plena a los 35 detenidos, puesto que la policía no pudo probar ninguna de las denuncias efectuadas desde la plataforma comunicacional del gobierno. Lo único que se comprobó fue la militancia de algunos de los manifestantes, pero no en VP, sino en el oficialista PSUV. ¿Será por eso que los soltaron?

El Metro como reflejo del país

Sí, este episodio marca la cúspide del mal servicio del Metro de Caracas. Sí, las "medidas" que ha tomado el Metro parecieran más enfocadas en intimidar a los usuarios que en brindar un mejor servicio. Pero por mi parte, lo que quería destacar del Metro de Caracas es lo bien que refleja las equivocadas políticas estatales del socialismo populista.

El metro es una compañía que no se puede sostener con un pasaje a menos de 1 bolívar fuerte; sin embargo, como una medida populista, se ha decidido congelar el pasaje durante varios años. Todavía más "socialista" fue renunciar a los ingresos productos de (la malvada y capitalista) publicidad dentro de las instalaciones del Metro. En un lapso progresivo, las marcas de productos trasnacionales fueron abandonando las carteleras del subterráneo para dar lugar a fotografías del Che, propaganda gubernamental y afiches de "Hecho en Socialismo" que destacan los logros de las empresas expropiadas (no creadas) por el Estado Venezolano.

Hasta que vino la bendita campaña: ¿Te quieres ver aquí?


Si son usuarios del Metro, deben reconocer el afiche en la (muy pequeña) foto de arriba. Se trata de una foto del Salto Ángel que le pregunta al usuario si se quiere ver allí. Pero no es una cuña o publicidad de alguna empresa estatal de turismo. No. Es un llamado a los anunciantes que se quieran ver allí publicados, porque el Metro se ha dado cuenta de que, oh sorpresa, necesita esos ingresos por publicidad.

Así es. Varios años después, ahora el Metro está pidiendo cacao.


La situación del Metro es un reflejo de lo que ha ocurrido con todos los países socialistas (incluído Cuba) y lo que sin duda ocurrirá con Venezuela en un futuro: eventualmente el Estado se da cuenta de que no puede sostener la economía y debe recurrir a la ayuda de las empresas privadas, generadoras de riqueza por excelencia.

Muchos se preguntan si cuando venga el gobierno a pedir cacao todavía existirán empresas dispuestas a trabajar con el Estado. Lo que yo me pregunto es si cuando el gobierno socialista se de cuenta de que necesita a las empresas privadas, todavía existirán empresas privadas.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La vigencia del debate

Ser de izquierdas es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral...
- José Ortega y Gasset


Abro esta entrada con esta cita porque coincido con el artículo de Angie Rodríguez en su nuevo blog Panóptico Invertido. El razonamiento me parece acertado, puesto que en la mayoría de los países del mundo se está aplicando la máxima de “no importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”.

Ciertamente, los términos de izquierda y derecha parecieran caducar cuando uno ve que Estados Unidos, en algún momento principal promotor del liberalismo, lanzó una ofensiva gubernamental para nacionalizar bancos que pertenecieron a grandes corporaciones y se regían por la mano invisible del mercado. Mientras, al otro lado del mundo (y del espectro ideológico) el Banco Agrario de China, en algún momento la punta de lanza de la economía planificada profesada por Mao Zedong, comenzó a emitir acciones en la bolsa pública de Hong Kong.

Ciertamente en los países llamados industrializados, y en aquellos que gustan llamarse “en vías de desarrollo” este debate ha perdido sentido. Lamentablemente, quien suscribe no vive en ningún país de estas categorías.

Los indicadores económicos son claros y contundentes. Una vez más Venezuela cerrará este año con una inflación superior al 20% y un PIB en caída. Nadie puede hablar de una política económica exitosa con cifras así.

Pero más allá de indicadores económicos, Venezuela es un país cuyo aparato productivo está siendo absorbido vorazmente por el Estado. Basta hacer un pequeño recorrido por las empresas expropiadas por el gobierno central en los últimos tres años para darse cuenta de que estamos ante un gobierno que no sólo se hace llamar socialista, sino que pone en práctica las máximas de esta ideología sin mirar a los lados.

Acepto que tal vez sea un poco arcaico hablar en términos de izquierda / derecha, especialmente cuando en la actualidad ambos términos se utilizan alegremente y sin tomar en cuenta la complejidad que se esconde detrás de cada palabra. Sin embargo, también hay que destacar que en la Venezuela actual este debate no es una teoría ajena a la cotidianidad, y por el contrario es una discusión que afecta cada uno de los espacios en los que nos desenvolvemos.

Tal vez esta discusión es un lastre y está obsoleta... Pero si esto es así, entonces hay que asumir que al tener un gobierno que se define socialista, vivimos en un país que es un lastre y está obsoleto.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Es Christopher Nolan el nuevo Ayn Rand?

Fui a ver Inception el día de su estreno en Venezuela, junto con un grupo de amigos. Debo admitir que contrario al consenso general de taquilla y crítica, la película no me gustó. Y quiero aclarar que digo que no me gustó, no porque piense que está mal dirigida o escrita, sino por razones que no podía precisar en ese momento.

Rara vez suelo ponerme el sombrero de crítico de cine; pero en este caso, la crítica va más hacia la filosofía y el imaginario del director angloamericano. De entrada recuerdo que me incomodó mucho el mundo elitesco planteado por Nolan, algo que ya se nos ha demostrado en sus películas anteriores.


Aunque no he podido ver todavía la ópera prima de Nolan, sí he visto todas las películas que le han seguido. Decidido a revisar la filmografía del director y guionista, me encontré con algunos elementos en común: protagonistas de clase media alta, corporaciones con mucho poder; pero, sobretodo, fuerzas estatales corruptas e ineficientes.

La lista de policías nefastos es grande. Desde el manipulador pero incompetente Pantoliano en Memento, hasta el tramposo personaje de Pacino en Insomnia (menos maquiavélico, eso sí, que el interpretado por Stellan Skarsgård en la versión original de Erik Skjoldbjærg), Nolan acostumbra a pintarnos fuerzas estatales y policiales como una fuente constante de corrupción. Tal vez por esto se le dio con tanta naturalidad revivir la franquicia de Batman pintando una Ciudad Gótica sumida en el caos por culpa de una policía corrupta, que encontraría su única salvación en la justicia impartida por el aristócrata Buce Wayne utilizando todos sus recursos económicos.

La concentración de poder es tan bien vista por Nolan que incluso es la gran resolución de uno de los conflictos de Batman Begins, cuando finalmente el heredero de la fortuna logra “salvarse” de la capitalización de la empresa adquiriendo todas las acciones a través de diversos consorcios fantasmas. ¡Viva el monopolio!


Pero creo que ninguna cinta evoca elementos tan Randianos como Inception. De entrada, cuando se resuelve el conflicto introductorio de la cinta, el pobre Lukas Haas tiene que enfrentar a la justicia. Su delito es espionaje corporativo, pero no lo detiene la policía, ni lo llevan a un juzgado que represente al Estado y al pueblo. No. Haas será “juzgado” por la corporación que intentó robar. El cómo, ni si quiera nuestro amigo Watanabe lo puede anticipar.

Entrando ya en el clásico esquema del detonante dramático, Inception nos presenta dos conflictos que deben ser resueltos. El primero, claramente económico, es que un magnate de las corporaciones está a punto de heredar un imperio que sin duda lo llevará a monopolizar el mercado. El segundo conflicto, el personal de nuestro protagonista Di Caprio, es que es perseguido por la (ahora incompetente) policía por un crimen que no cometió.

Uno pensaría que ambos problemas tienen una solución muy sencilla: la justicia impuesta desde el poder estatal. Un tribunal podría dictar una medida antimonopólica, y Di Caprio podría presentar pruebas contundentes de su inocencia. Pero en el imaginario de Nolan, la justicia no viene así (¿o ya olvidaron el final de The Prestige?). En el mundo de Nolan, two wrongs DO make a right. Y por supuesto, debe venir impuesto desde las altas esferas del poder económico.

El gran plan consiste entonces en engañar al heredero para que disuelva el conglomerado y así nuestra "desinteresada" empresa podrá seguir siendo competitiva y líder en el mercado. Y la inocencia de Di Caprio, ¿por qué probarla cuando un gran ejecutivo puede alzar un teléfono y mover sus contactos para que la (ahora, de nuevo, corrupta) policía no lo siga persiguiendo?

Más allá de los valores cinematográficos de la cinta de Nolan, Inception me plantea otras interrogantes más políticas. En pleno momento en que el libertarianismo comienza a perder prestigio por la avaricia de las grandes corporaciones, ¿trata Nolan de erigirse como el Ayn Rand de la nueva generación?

(Por cierto que en mi otro blog, coloqué un análisis semiológico de Metrópolis, de Fritz Lang. Aunque el desglose realizado por The Vigilant Citizen se centra en los símbolos, el mensaje no deja de tener contenido político. Por eso los invitto a revisarlo)